Emprender un viaje, corto o largo en
el tiempo, lejos o cerca en la distancia, moviliza nuestros recursos, afectos,
ideas, defensas, miedos, alegrías y hasta nuestros correlatos físicos,
hormonas, y todo el organismo en general.Hay infinidad de razones para viajar, desde el
descanso periódico pautado en nuestra forma de vida, hasta la escapada corta
pero desestresante en cualquier momento. También ocurren viajes no previstos,
iniciáticos, que surgen a partir de una pérdida, etc.Algunas de las ventajas que podemos apreciar del
viajar, son:1- Viajar es un antidepresivo natural, eleva
endorfinas desde el momento en el que planeamos el viaje. También aumenta la
producción de encefalinas, dopamina y seratonina, mejorando nuestro humor,
confianza en nosotros mismos y una actitud relajada y de bienestar.2- Deshace rutinas, “manías”, obsesiones y estrés
cotidiano.3- Nos hace más tolerantes y receptivos, tomando en
cuenta la necesaria humildad cuando vamos a lugares donde no somos locales.4- Nos acerca a veces forzosamente a situaciones,
lugares, personas que normalmente regiríamos, venciendo entonces fobias e
inhibiciones que detienen nuestra evolución.5- Desarrollamos la cualidad de ser mas curiosos
con la realidad que nos rodea.6- Permitimos que entre aire fresco en nuestra
mente y en nuestra vida, nos vuelve más creativos.7- Nos conocemos interiormente mucho mas a partir
de situaciones de roce distintas a las habituales, descubriendo nuestras
potencialidades y recursos ocultos. 8- Mejora nuestra salud general, musculatura,
sistema cardiovascular, elimina cefaleas, fatiga y contracturas. Lic. Fabián LópezMN 53284
“Es
inevitable considerar al yo individual, en cierto sentido, como una ilusión y
su mundo como un sueño… No obstante, aunque las disciplinas orientales puedan
despertarnos de dicho sueño, las occidentales pueden evitar, entretanto, que el
sueño se convierta en pesadilla. Aprovechemos ambas.”
En las distintas confesiones
religiosas, el significado de textos canónicos, rituales, leyendas e historias
han sido tomadas de manera literal desde su aparición. Sería interesante pensar
la cuestión a la luz de los nuevos paradigmas
surgidos a partir del siglo 20, teniendo en cuenta que el ser humano (Kant
mediante) percibe lo que lo rodea y lo “acomoda” en dos aspectos, espacio y
tiempo, que luego asimila mentalmente para poder abordar esa realidad que
parece darse de manera caótica. Este ordenamiento, quizá útil en el desarrollo de
la vida cotidiana, prefigura una realidad consensuada, en términos de que es
una acción universal en toda la humanidad y nos permite interactuar con los
otros y con la naturaleza. Tal vez sea pertinente abstraer este mecanismo tan
incorporado en la vida diaria, tanto ordinaria como académica, en la ocasión de
comprender aquellos hechos de lo religioso, planteando la hipótesis de que
tales textos, rituales y costumbres han de ser abordados desde una mirada
holística, integrada, desprejuiciada (esto es, sin un juicio previo y sin el
mentado acomodamiento a las categorías del espacio y el tiempo). Pretender la confirmación histórica-científica de
los libros canónicos, sean del Corán, la Biblia, el Dhammapada, el Gitá o cualesquiera de
los hechos referidos en las tradiciones religiosas, su lectura literal, la
asimilación concreta de ritos practicados hoy día, desprecia una mirada
profunda, trascendente e integrada de saberes muy importantes, que están mas
allá de culturas y lenguajes temporales. Estos saberes, conforman la llamada sabiduría
perenne, base subyacente de todas aquellas tradiciones religiosas, filosóficas
e históricas. Su apreciación conceptual enriquece la relectura de
todo el acervo religioso disponible, y esto puede realizarse de una manera que
las mismas tradiciones postulan: humildad y entrega para dejar de lado los
paradigmas temporales y así poder aprovechar lo esencial de sus enseñanzas.