ADENTRO Y AFUERA
Muchos de los problemas a los que nos enfrentamos
refieren a alguna disfunción en el deseable equilibrio entre los espacios
internos (nuestro adentro) y los externos (el afuera). Tal equilibrio deseable dependerá
de un dinamismo oportuno y sostenido de acuerdo a las necesidades del
individuo.
Estamos acostumbrados a delimitar la frontera de
interacción de ese adentro y ese afuera a
partir de nuestras carencias. Si hemos estado durante un tiempo “metidos para
adentro” y ese estado fue satisfactorio, generalmente pasamos al exterior para
compartir nuestra experiencia con otros, quizá buscando aprobación, espejo o
simplemente expresarnos. En el caso contrario, cuando nuestra actividad
“exterior y social” es abundante, sea ésta placentera o no, necesitamos volver
a nuestro interior y dejar que pueda plasmarse el necesario proceso de asimilar
lo ocurrido allá afuera para nuestro beneficio.
Cuando esta situación ideal no ocurre, por diversas
excusas surgidas de mandatos, modelos culturales, etc., nos encontramos
saturados, faltos de energía, llenos de información inútil o faltos de roce con
el mundo exterior, huraños y con la sensibilidad mellada.
A esto deben sumarse las predisposiciones
naturales. Al respecto, es conocida la tipología delineada por C.G. Jung. Sus
tipos Introvertido – Extrovertido reconocen los circuitos preferidos para la
circulación de la energía psíquica en determinados individuos. Los
introvertidos prefieren hacerlo en su interior porque es allí donde pueden
procesar las percepciones, juicios o actos de manera más eficiente. En el caso
de los extrovertidos tales cuestiones se gestionan mejor en el afuera, con los
otros.
En ambos tipos podemos verificar, a veces, un
exceso o manejo extremo de las predisposiciones, abusando de los caminos
preferidos. Es interesante la tarea de intentar compensar tales inclinaciones,
lo que resulta de provecho para la persona, enriqueciendo su vida, dotándola de
mayores variantes, de recursos mas creativos y mayor energía en general.
Las personas mas equilibradas en cuanto al
recorrido de su experiencia, sentimientos y acciones, aún respetando su
inclinación natural a estar mas en contacto consigo mismo, o mas pendiente de
sus contactos externos, muestran mayor capacidad de simbolizar lo que le ocurre
en la vida (y con ello bajar su nivel de impulsividad), toleran mejor las
frustraciones inevitables de su vida, somatizan menos sus conflictos
psicológicos, poseen relaciones personales mas genuinas, tienen mas claro sus
deseos (y pueden llevarlos a cabo), obtienen mayor capacidad de insight, y
tienen mucho menos posibilidad de proyecciones e introyecciones patologizantes.
Claramente, la psicoterapia aborda esta cuestión de
manera central, lo cual incluye un diagnostico preciso de las redes de las que
dispone el paciente, tanto adentro como afuera, es decir, se busca reforzar (y
a veces crear) la red interna de la persona que padece puntuando el potencial y
los recursos de la misma y que, a veces, son profundamente negados por el
sujeto en cuestión.
Lo mismo sucede con la red externa, aquellos
vínculos disponibles pero no utilizados a raíz de conflictos, de una historia
conflictiva o por creencias disfuncionales de vieja data.
Encontrar el balance entre ambos mundos merece
nuestra atención como terapeutas y obliga a una mirada especial en nuestra
práctica clínica si reconocemos la importancia de observar las características
propias de cada paciente en su vínculo adentro / afuera.
Lic. Fabián López
MN 53284
Historias de Consultorio 1:
Juan “Magno” y Juan “Laucha”
De la cima…a la sima
Juan llegó a la consulta muy abatido, con la última
porción de sus fuerzas para encarar la enésima terapia que lo ayudara con su
depresión. Esta palabra-rotulo-etiqueta tan pesada y compleja, se correspondía
no obstante con sus manifestaciones frente al terapeuta que lo recibió. Pasados
ya los sesenta, Juan relata una juventud de características opuestas a su presente
triste, apático y sumergido en un profundo disvalor.
Luego de un par de sesiones del mismo tenor, se
produce cierto insight en el terapeuta, algo típico en un encuadre mixturado de
escucha profunda y de las resonancias de la propia experiencia de vida del
profesional. A un pasado de ganador, Juan le oponía un presente de perdedor,
por lo que, en esta ocasión, surgió el siguiente esquema del ciclo vital
anímico de Juan.
Tal esquema tenía gráficamente la forma de una
sinusoide, esto es, un desarrollo a través del tiempo que arranca de una
posición elevada y va decayendo hacia una posición francamente inferior, de la
cima…a la sima.
Sin pensarlo demasiado, el terapeuta, que disponía
de un pizarrón detrás de su sillón, tomó un marcador, dibujó la sinusoide
mientras Juan continuaba con sus lamentos y culpas, y le preguntó: Juan, podría
ser esto un esquema válido de como te sentías y como te sentís en las distintas
épocas de tu vida?, a lo que Juan contesto que si, sin entender del todo lo que
significaba el planteo.
Frente a su débil afirmación, el terapeuta agregó
una línea a media altura entre la superior de la sinusoide y la inferior, y
volvió a preguntar: Entonces, que podría ser esta línea? Que habría en este
nivel?
Inmediatamente, Juan abrió sus ojos, pensó unos
instantes y balbuceó: Algo…a mitad de camino parece…creo…
En ese instante muy particular y muy fino dentro
del trabajo terapéutico los profesionales debemos medir si el paciente está
preparado para enfrentar cierta información sobre si mismo y a la vez
arriesgarnos para probarlo con la posibilidad de un darse cuenta sanador y
orientador del rumbo terapéutico.
En este caso, y prestándole a Juan algunos recursos
simbolizantes sobre su historia, el terapeuta agregó: Quizá el valor real de
Juan estaba mas cerca, aún en las distintas etapas de tu vida, de la línea
central que de la superior y la inferior…que te parece esto?
En ese momento Juan entrecerró sus ojos para
concentrar su pensamiento y asintió en silencio. Luego de unos instantes largos
sin pronunciar palabras, ambos retomaron el diálogo y pasaron a considerar
otros elementos desde la nueva mirada surgida en el espacio clínico,
enriqueciendo un relato hasta entonces unilateral, parcial, pre-construído,
distorsionado y viejo…pasando a otro en el que se consideran tanto los hechos
pasados como los presentes desde una nueva óptica.
Surgió la idea de descontracturar la sesión
proponiendo apodos a esos “Juanes” irreales, llamándolos Juan “Magno” al de la
juventud, omnipotente, autorreferente y compensador de una niñez carente de
afecto y desnutrida emocionalmente. Y Juan “Laucha” a este hombre maduro
disvaluado por si mismo, ciego a sus logros y potencialidades.
Claramente, ambas autoimagenes, mas allá de ser
limitantes y patológicas, fueron también la mejor respuesta a los diferentes
momentos de la vida de Juan, por lo cual desterrarlas no es nunca una tarea
fácil.
Este toque de humor en la adjudicación de apodos,
intentaba desarmar viejas creencias, dolidas miradas sobre su historia y en
parte lo logró ya que posicionó al Juan actual en otra platea desde donde mirar
el curso de su vida.
Ahora el paciente dispone de alternativas
resignificantes, ricas y creativas a la hora de mirarse, valuarse y conocerse,
lo cual redunda en posibilidades infinitas desde lo terapéutico y desde el
enfoque personal que cada uno tiene sobre su historia y su percepción de la
realidad.
La tarea pendiente de Juan, como la de muchos
pacientes con vocación de autoconocimiento, es la de trabajar los hechos desde
una lente mas limpia de máscaras, disfraces, identificaciones, mandatos y de
“suciedades” implícitas en la subjetividad.
Lic. Fabián López
MN 53284